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Fracasos

Durante mi vida laboral he vivido numerosos éxitos y fracasos. De lo que más he aprendido es de los fracasos, tanto propios como ajenos. Y admitámoslo: los fracasos son mucho más divertidos que los éxitos.

Hace ya algún tiempo que un amigo está intentando tirarme de la lengua (o de la tecla en este caso) para que escriba un artículo con todos estos fracasos… Pues bien, aquí está.

Éste es el artículo dedicado a todas las personas que han propiciado estos fracasos, gracias a los cuales he aprendido casi todo lo que sé.

Éxito y fracaso

Un par de aclaraciones

Antes de comenzar, espero que el lector se tome a guasa lo que escriba, aunque esté basado en hechos completamente veraces. Es posible que mis amigos reconozcan algún pasaje, y les estaría agradecido si no pusieran ningún comentario que pudiera situarlo en una persona o una empresa.

Los hechos no están ordenados, con el fin de que no sea posible asociarlos en ninguna parte. Hay de empresas donde hablaré mucho y de otras nada, aunque no puedo decir que el tiempo que pasé en ellas haya interferido.

En fin, si los crímenes prescriben… ¿Por qué no los fracasos?

Matemáticas

¿Cuánto se tarda en realizar un proyecto?

Pues no sé… veamos qué opinan mis compañeros. A ver… yo dije que unos 50 meses… Compañero_2 dice que unos 60… Sí, unos 50 podría estar bien… Respuesta final: 50 meses/hombre.

A mi compañero le pusieron de gilipollas para arriba todo lo que se os ocurra por haber dicho esa cifra. Y le pidieron otra.

Después de echar cuentas, no podía decir menos de 16 meses entre 4 personas (¿alguien sabe matemáticas?). El resultado satisfizo al personal, ya que 16 entre 4 son 4, así que en 4 meses tiene que estar terminado.

Vivan las matemáticas.

Una de repositorios

En una ocasión tuve el disgusto te participar en un proyecto muy interesante, pero con unos recursos algo peculiares. En concreto hablaré del sistema de control de versiones.

La forma de trabajar era la siguiente: Lo primero era entrar en el sistema de control de incidencias privativo y elegir una incidencia. Posteriormente, actualizabas los fuentes para asegurarte de que tenías la última versión, y era entonces cuando tratabas de reproducir la incidencia. Una vez reproducida, modificabas el código para tratar de arreglarla.

Hasta aquí, todo es normal, ¿no? Pues abróchense los cinturones: una vez sabías dónde estaba el problema, tenías que solicitar acceso a los archivos. Así que enviabas un email al “responsable del repositorio” indicándole qué archivos querías tocar. Él (sí, una única persona) los copiaba a la unidad “común”, y los bloqueaba en el repositorio al que sólo tenía acceso él.

Por supuesto, para acceder al repositorio tenía que cambiarse físicamente de máquina a la que tenía justo al lado.

La “unidad común” consistía en un directorio compartido, no más. Una vez allí tenías que copiártelos en el directorio donde debían estar, por si en el tiempo que pasaba desde que los solicitaste hasta que los recibías habían cambiado (no, no valía con actualizar el repo, a pesar de que los archivos estaban bloqueados). Entonces modificabas los archivos (otra vez), lo probabas manualmente y comenzaba el proceso contrario: email al RR indicando qué archivos le mandabas y dónde debía situarlos, el comentario que debía poner en el commit y la incidencia relacionada.

Un sistema de control de versiones “manual” XD

Haciendo el pardillo

En una ocasión, tras pasarme 1 mes tocándome los huevos a dos manos (me leí varios libros de Terry Pratchett, no os digo más), nos tocó trabajar 13 horas diarias durante un par de semanas. Después de eso, la cosa se estabilizó en una jornada laboral más o menos normal.

Poco después se notaba que escaseaba un poco el trabajo y había rumores de que teníamos los días contados. La duda era el cuándo y el cuántos.

Y me pusieron a mí a formar a otro grupo para que hiciera nuestro trabajo. Obviamente huele a chamusquina: hay poco trabajo y formas a más gente… Tanto es así que yo no me cortaba y decía cosas como: “Bueno, me voy a la formación, para que puedan despedirnos”.

Lo más gracioso del caso es que durante el mes que estuvimos sin hacer nada solicitamos algo tan vil y denigrante como un compilador. Entre un compañero y yo habíamos hecho un programa que permitía evaluar si habíamos hecho bien nuestra parte, pero tenía limitaciones que hubieramos aliviado con el dichoso compilador. Hubiera sido una gran mejora, pero nos lo prohibieron expresamente. Tras recordarle que hacía ya una semana que lo habíamos pedido nos respondió algo así como… “eeeeehhh…. sí…. ya…. estoooooo…. me dijeron que no”.

El caso es que se me ocurrió volver a comentárselo a mi jefe en la época ésa en la que ya estaba yo dando la formación… y parece que a la segunda sí me escuchó, y nos lo concedieron en menos de una hora. Teníamos ideas muy chulas para hacer un programa que hacía nuestro trabajo. Dos horas después de darnos acceso a un compilador nos despidieron. El trabajo previo que habíamos hecho “se borró”.

Por si alguien siente curiosidad, el “cuántos” fue un “todos”. Más tarde me enteré de que había porras al respecto y de que todos contaban con que me dejaran allí (al fin y al cabo, estaba dando la formación). Se equivocaron. ¡Qué gran favor me hicieron!

Venga, hombre, que eres un crac

En una ocasión le pidieron a un compañero que hiciera un programita de nada. Tenía 3 meses para hacerle la competencia a una empresa de más de 30 empleados y 10 años en el sector.

Mi colega no lo hizo mal, teniendo en cuenta las circunstancias, sobre todo porque decidió largarse y dejarme a mí con el marrón. Evidentemente, me quejé del estado del mismo, a lo que me respondieron algo así como el título de esta sección.

El proyecto fue un facaso desde que comenzó hasta que yo también decidí largarme.

Humillación

En esta ocasión me da casi igual dar nombres, ya que el que sale peor parado soy yo. Y se trata de mi proyecto fin de carrera. Tardé 2 años en terminarlo. Mi jefe de proyecto se lo hizo en un fin de semana.

El suyo era mucho mejor.

Específico vs genérico

En otra ocasión se propuso hacer una librería genérica que nos resolviera un problema muy común, del que habíamos identificado más de 10 implementaciones distintas. La respuesta del especialista no se dejó esperar: es mucho mejor específico, porque va más rápido.

Como a veces hay que pasar de las respuestas estúpidas, se hizo la librería genérica. Se descubrieron muchas implementaciones más, y muchos errores en todas ellas. El resultado final no solo era mucho más rápido, sino también más fiable, ya que al usarse en más sitios, se habían corregido muchos errores.

Entrevistas de trabajo

Esto podría dar lugar hasta a su propio post, pero abreviaré aquí.

En una ocasión me invitaron a chocolate con churros mientras hacía la entrevista de trabajo. Debo decir que estaba muy bueno, pero me dificultó bastante responder a las preguntas :D Si me vuelve a ocurrir, diré que no ;)

En otra ocasión menos afortunada, mi entrevistador se puso a hablar con el móvil mientras yo respondía a una de sus preguntas. Me faltó pocó para levantarme e irme en ese momento. No imagináis cómo me arrepiento de no haberlo hecho.

Y mi favorita es aquella vez en la que no me cogieron porque “me gusta aprender y proponer cosas nuevas”.

¿Y tú?

Estoy convencido de dejarme muchas cosas en el tintero… Tengo la suerte de tener memoria de pez y olvidar fácilmente los agravios.

Pero… ¿Y tú, querido lector? Seguro que tienes alguna historia que contar :D

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